INTRODUCCIÓN:
Quisiera que esta charla sirviera de iluminación para
el trabajo que luego ustedes harán, proponiendo líneas de acción que orienten
el obrar de nuestras comunidades a fin de recibir fructuosamente el CORAZÓN
DE DON ORIONE.
Creo que es bueno pensar juntos todas estas cosas a
fin de que Venida del Corazón no resulte sólo un evento magnífico, de gran
repercusión y brillo, quedando sólo en ello. Queremos que sea una especie de
“kairós”, un “acontecimiento salvífico” en donde se vea reflejada la presencia
y el actuar de Dios a través de uno de sus hijos que vivió, en “grado heroico”,
las virtudes evangélicas.
Además, me
parece importante que no sea solamente un acontecimiento de orden espiritual
puntual, sino que tenga su continuidad en el tiempo. Que la novedad de la
presencia de la “reliquia de DON ORIONE” en la Provincia de Nuestra Señora de
la Guardia sea un “acontecimiento” de gracia que dure siempre y que su estancia
entre nosotros ayude, a todos los que lo vean, a encontrarse con el Corazón
Misericordioso de DIOS PADRE.
Recuerdo que, previo a la venida del corazón de DON
ORIONE en 1984 nos preguntábamos cómo iba a impactar en la gente este hecho.
Teníamos algunas perplejidades porque pensábamos que, como en América Latina no
hay una familiaridad como en Europa respecto a las reliquias de los santos, la
misma produjera en la gente algún rechazo. En esa época no se conocía como
ahora, las reliquias de Roque González (aún no había sido canonizado) o las de
Santa Teresa de Lisieux.
La experiencia que tuvimos entonces fue la contraria.
La llegada del corazón, el cual estuvo un año en nuestra patria, causó un
impacto espiritual muy grande. En ese momento, yo lo viví estando como vicario
en nuestro Seminario (Villa Tupasí), ayudando en el Cottolengo de San Miguel y
en la parroquia de Victoria.
En ambos lugares el templo estuvo repleto de gente que
se acercó a ver el Corazón y también renovó su vida cristiana a través del
sacramento de la Reconciliación.
Veamos, entonces, algunas sencillas
reflexiones que nos ayuden a prepararnos a recibirlo.
I.
ACERCA DE LA RELIQUIA DE LOS SANTOS
La palabra reliquia viene de
restos; la reliquia de los santos son restos del cuerpo o de una vestimenta de
quien fuera un “santo”, es decir, alguien que vivió en serio el Mensaje
Evangélico y se jugó, de manera heroica, por él.
La veneración a las reliquias comenzó a darse
muy fuertemente con el culto a los mártires, durante el período de las
persecuciones, en las catacumbas.
Las catacumbas eran cementerios
donde eran enterrados los cristianos. En ese lugar se sentían más protegidos
para celebrar la Eucaristía y también allí guardaban, celosamente, para la
veneración de los fieles las reliquias de aquellos que habían sido
martirizados.
Esta veneración de los restos se
fue ampliando en la Iglesia a todos los que de, una manera u otra, se los
consideró “santos”.
¿Qué
podemos inferir de este culto?
Por un lado la valoración del cuerpo humano.
El auténtico pensamiento teológico de la Iglesia nunca
fue “espiritualista” o “angelista”, aunque si bien hubo corrientes de
espiritualidad en los primeros tiempos que, por influencia del neoplatonismo
(recordemos que para Platón el cuerpo era la cárcel del alma), tuvieron una
cierta tendencia “dualista”, de contraposición entre el “cuerpo” y el
“espíritu”. La “sana doctrina eclesial” basada en el pensamiento bíblico, sin
embargo, siempre le dio el justo lugar a lo corpóreo.
El culto a las reliquias de los mártires es la
valoración del cuerpo de alguien que alcanzó
santidad de una manera eminente, dando la vida por Cristo. Se hicieron
“semejantes” a Él puesto que, al igual que Él, derramaron su sangre por Amor.
Las Verdades de Fe que fundamentan este culto son las
siguientes:
a. LA DOCTRINA DE LA CREACIÓN: (Cfr. Gen 1-2)
A medida que Dios va creando el mundo material
se va admirando de su propia obra y, el texto bíblico expresa este beneplácito
diciendo: “Y Dios vio que esto era bueno” (Gen 1, 4; 10; 12; 18; 21; 25;). Y,
por fin., al crear al hombre, hecho “a su imagen y semejanza”, expresa con más
énfasis: “Dios vio que era muy bueno” (Gen 1,31).
La valoración del cuerpo está en esta línea de
la “admiración de Dios” y, esa “bondad original”, si bien fue dañada y
desdibujada por el pecado original, no fue destruida totalmente.
b. LA DOCTRINA DE LA ENCARNACIÓN:
En el Prólogo de su Evangelio S. Juan nos
dice: ”Y el Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros” (Jn 1,14)
Y en su primera carta: “En esto reconocerán al que está inspirado
por Dios: todo el que confiesa a Jesucristo manifestado en la carne, procede de
Dios” (1Jn 4,2)
El cuerpo del hombre adquiere una categoría
especial porque el Hijo de Dios toma nuestra condición humana y eso lo dice,
muy pero muy fuerte, San Juan. Él tuvo que luchar contra una de las primeras
herejías que se dieron en los comienzos de la Iglesia: la herejía de Cerinto.
Éste decía que Jesús, el Hijo de Dios, no había
asumido un cuerpo realmente, sino una “apariencia de cuerpo”. No podía concebir
cómo el Hijo de Dios, el “Absoluto”, el “Impasible”, el “Trascendente”,
quisiera asumir la condición de debilidad de un cuerpo humano, sujeto a las
condiciones de esta tierra.
Por eso San Juan expresa con tanta fuerza en
su Evangelio: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14) y,
en su primera carta establece un claro criterio de discernimiento: “en esto reconocerán al que está enviado
por Dios. Todo el que confiesa a Jesucristo manifestado en la carne procede de
Dios” (1Jn 4,2).
Al asumir un cuerpo el Hijo de Dios asume todo
lo que la carne tiene de debilidad, excepto el pecado y su consecuencia, la
corrupción.
Y esto lo percibió muy claramente nuestro
Padre Fundador; el cual dedicó la última etapa de su existencia a recoger,
amparar, consolar y proteger a aquellos débiles en la carne: los discapacitados
del Cottolengo, con la firme convicción de que:
“En el más miserable de los hombres brilla la imagen
de Dios”.
c. LA DOCTRINA DE LA
RESURRECCIÓN:
En la primera Carta a
los Corintios San Pablo se expresa así:
“Si se anuncia que Cristo resucitó de entre
los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? ¡Si
no hay resurrección, Cristo no resucitó! . Y si Cristo no resucitó, es vana
nuestra predicación y vana también la fe de ustedes...
Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en
Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima.
Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la
muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre
viene la resurrección” (1 Cor 15, 12-14;
19-22)
El hombre está llamado a la resurrección. La
muerte, que es la separación del alma y del cuerpo, es una situación anormal.
El hombre entra en lo que se llama “el estado intermedio”, donde el alma
espiritual, luego de ser juzgada, “está a la espera de la resurrección final”.
Esta situación es transitoria; el alma, “individuada” por el cuerpo en su vida terrenal,
anhela unirse nuevamente con él para gozar así de la Visión Beatífica.
La situación del hombre es la unidad, por eso,
el alma separada del cuerpo espera anhelante la resurrección al final de los
tiempos. Nuestro cuerpo, frágil, débil, corrupto, está llamado a la
resurrección. Ella, se dará a través de un cuerpo glorioso, transformado, “el
mismo pero no igual”.
Por ejemplo, los apóstoles y María Magdalena
que habían visto a Jesús hasta el momento de la sepultura luego no lo
reconocieron. El cuerpo del resucitado tiene una característica muy especial.
¿Cómo va a suceder eso?, no lo sabemos;
sí debemos estar convencidos firmemente que, la esencia de nuestra fe,
es la resurrección.
Por ello Pablo continua diciéndoles así a los
Corintios:
“Alguien preguntará: ¿cómo resucitan los
muertos? ¿Con qué clase de cuerpo?. Tu pregunta no tiene sentido. Lo que
siembras no llega a tener vida, si antes no muere... Lo mismo pasa con la
resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles;
se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos
débiles y resucitarán llenos de fuerza, se siembran cuerpos puramente naturales
y resucitarán cuerpos espirituales” (1
Cor 15, 35-36; 42-44)
El destino de nuestra vida es la resurrección:
gozar de la visión de Dios con este cuerpo transfigurado. Las reliquias de los
santos tienen la función de recordarnos esta verdad. Ellos alcanzaron a Dios y
lo que nos queda es un recuerdo de ese cuerpo que alcanzó la santidad como anticipo,
diríamos, de la resurrección.
d. LA RELIQUIA DE UN SANTO Y SU RELACIÓN CON LA
LITURGIA:
Cuando se consagra un altar, en su base se
pone la reliquia de un santo, si son mártires mejor aún. El altar es donde se
realiza la Eucaristía, que es
banquete y sacrificio, el cúlmen de la vida cristiana.
Los santos alcanzaron esa plenitud del amor de
Dios participando del sacrificio eucarístico.
Las reliquias están relacionadas entonces con
la liturgia, la cual no es algo sólo de esta tierra sino que está conectada con
la liturgia celestial.
Leamos pausadamente
este hermoso texto de la Lumen Gentium Nº 49 del Concilio Vaticano IIº:
“Así, pues, hasta cuando el
Señor venga revestido de majestad y acompañado de todos sus ángeles (cf. Mt.,
25,3) y destruida la muerte le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Cor.,
15,26-27), algunos entre sus discípulos peregrinan en la tierra otros, ya difuntos, se purifican,
mientras otros son glorificados
contemplando claramente al mismo Dios, Uno y
Trino, tal cual es; mas todos, aunque en grado y formas distintas,
estamos unidos en fraterna caridad y cantamos el mismo himno de gloria a nuestro Dios.
Porque todos los que son de
Cristo y tienen su Espíritu crecen juntos y en El se unen entre sí, formando
una sola Iglesia (cf. Ef., 4,16). Así que la unión de los peregrinos con los
hermanos que durmieron en la paz de Cristo, de ninguna manera se interrumpe; antes bien, según la
constante fe de la Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espirituales.
Por lo mismo que los
bienaventurados están más íntimamente unidos a Cristo, consolidan más
eficazmente a toda la Iglesia en la
santidad, ennoblecen el culto que ella misma ofrece a Dios en la tierra y
contribuyen de múltiples maneras a su más dilatada edificación (cf. 1 Cor.,
12,12-27).
Porque ellos llegaron ya a la
patria y gozan "de la presencia del
Señor" (cf. 2 Cor., 5,8); por El, con El y en El no cesan de interceder por nosotros ante el
Padre, presentando por medio del único Mediador de Dios y de los hombres,
Cristo Jesús ( 1 Tim., 2,5), los méritos que en la tierra alcanzaron; sirviendo
al Señor en todas las cosas y completando en su propia carne, en favor del
Cuerpo de Cristo que es la Iglesia lo
que falta a las tribulaciones de Cristo (cf. Col., 1,24). Su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a
nuestra debilidad” (L.G., 49)
(continua la semana que viene)
Es muy lindo lo que escribio!! le molesta si copio para trasmitir que es una reliquia?!
ResponderBorrarsaludos!
Analia Laise
ORIONINAS
HNAs. DE DON ORIONE
No hay ningun problema
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